LXXVI
Sueño con
poder.
Sueño con
sonreír sobre tus labios, sobre esta nueva sensación de impotencia que surge
siempre como consecuencia de mi propio engaño.
Sueño con
eliminar enigmas que perturban mi mente durante los últimos tres días, y de los
cuales han surgido secuelas que me han empujado a regalar un capítulo más a una
bella esencia que inspiró con su presencia mi fin de semana, nuestro fin de
semana.
Todo lo he
olvidado, todo lo he borrado, mucho te he canturreado, mucho le he anhelado,
sin embargo en este plano, y usando el término de manera peyorativa, solo es un
sueño mío.
Ésta es la
precaria historia de cómo conocí la huella que rompería con mi ecuanimidad. No
te escribo a ti, le escribo a la sensación que dejaste en mí, por lo cual la
única manera de sacarlo es intimando con mi lector, cautivando consigo
moretones, que literal o no, marcan pautas de una represión más, un silencio
más, una página más.
Permanezcamos
en el anonimato, perdamos piñas, cambiemos de zapatos y que mis palabras no
pasen de tu lóbulo. Me has endulzado el sueño sin haberlo deseado, sin haberlo
planeado y por supuesto sin siquiera mencionarlo.
Una vez
alguien me habló sobre querer en libertad, sin ataduras, sin apegos, disfrutando
del momento sin quemar un sábado perpetuo, sin vincular un mal romance; pues
como te lo menciono, no te escribo a ti, sino a lo que dejaste aquí.
Verdaderamente
posees la facilidad para sacar mi ser a flote y la habilidad de sincerar mi alma
despreocupada de la realidad. Mi ideología repetitiva de apreciar a las
personas por su esencia me reclama que esto no es autenticidad, déjame
cantártelo una vez más.
Tan a mi
pesar de estar gritando una idea, realmente prefiero no creerla, pues aunque
compartamos el mismo sitio, no nos vincula el mismo hito.
Las mañanas
siguientes continuaron siendo muy fuertes, y aunque conocía la fantasía, ni a
tu espalda se lo diría. Tus ojos ya están fijados y mis letras nunca han
faltado; tus pupilas se han disparado y no es a mí a quien se lo has declarado.
Sin embargo mis estrofas has notado, sin detenerte me has encontrado: “tómate
el tiempo necesario que aquí estaré a tu lado”, le decía mientras en mis letras
se posaba con cuidado.
Rápida fue
la decepción al darme cuenta de que yo solo era una canción, pues la melodía
anocheció cuando a su casa se dirigió. La realidad de nuevo me inundó pero algo
dentro de mí se quedó, ya no había piñas ni zapatos; ya no sonreía al verte
cambiando de estrato, todo lo quise integrar al movimiento de este literato.
Osado al
ocultarte entre mis letras, te dedico esto pues en mí te encuentras; agradezco
tu frescura, que aunque con un poco de amargura te diría que no eres dulzura.
Soñando pervierto,
soñado me muestro, soñando despierto.